Marie Louise Élisabeth Vigée-Lebrun

¡Hola, lectores! Como cada sábado, excepto los que he estado de vacaciones, hoy os traigo a una artista para la sección Mujeres Artistas, al contrario que la artista anterior, hoy volvemos hacía atrás, al siglo XVIII, para hablar de Marie Louise Élisabeth Vigée Lebrun, vamos allá. 

Marie Louise Élisabeth Vigée-Lebrun, la artista que llegó a lo más alto...

Autorretrato (1782)
Nacida en 16 de abril de 1755, en París, en el seno de una familia humilde, que gracias a la reputación de su padre tuvieron cabida en la sociedad burguesa artística de la época. Vigée-Lebrun aprendió el arte de la pintura gracias a su padre Louis, quien fue un pintor conocido en la Francia de la época, fue sobre todo reconocido por su retratos a colores pastel.A los seis años entraría en un internado, en el que estuvo hasta los 11 años, donde siguió pintando. A los 12 años perdió a su padre debido a una operación fallida. Su padre fue su primer maestro, quien le cultivo en el arte, más tarde sus maestros serían Davesne y Doyen de Briard. También hizo amistad con los pintores Jean-Baptiste Greuze y Claude Joseph Vernet, de quienes también recibiría consejos y veríamos la influencia de estos en muchas de sus pinturas. Estas enseñanzas e influencias tuvieron sus frutos, ya que la joven ya pintaba retratos de manera profesional antes de los 20. En 1774, con tan solo 19 años, fue nombrada miembro de la academia San Lucas, después de que embargaran su estudio por no tener licencia para pintar. Este estudio lo monto con tan solo 15 años y animada por su madre. Su fama la alcanzo gracias a sus retratos en los que combinaba el parecido físico con la idealización del modelo, en la línea de la tradición cortesana que entonces estaba de moda. Comenzó pintando a su propia familia, su madre, su padrastro y su hermano mayor Etienne. La consagración de la joven como artista fue sobre todo mérito a su padre, quien la especializo en este tipo de pintura, y también gracias a la adscripción de las mujeres a los géneros considerados menores en el arte, esto se refieres al retrato y los bodegones, ya que no podían acceder a otros géneros como la mitología o la pintura religiosa o de historia, ¿por qué? Pues la excusa más pobre se basaba en sus presuntas características femeninas: gracia, delicadeza, minuciosidad… cuando la verdadera razón era que ellas no tenían una preparación equiparable a la de los hombres, puesto que se les prohibía asistir a las clases de desnudo del natural de la Academia y, por tanto, no podían adquirir conocimientos de Anatomía, como ya hemos comentado en todas las entradas anteriores de esta sección. 

Autorretrato con su hija (1789)
En 1776 se casaría con el marchante de arte Jean-Baptiste Le Brun, de quien tomó el apellido, como era costumbre en la Francia de la época y en la actual, pero siguió conservando su apellido de soltera, quizás como un gesto de independencia o porque con su apellido era como ya era conocida por toda la alta sociedad francesa, fuera como fuese, es así es como la conocemos hoy día, como Vigée-LeBrun. Poco después pintaría al hermano del rey Luis XVI, esto llamaría la atención de la reina María Antonieta, quien la llamaría para que la retratase. Recibió numerosos encargos de la nobleza y la familia real, quienes admiraban los trabajos de la artista. A lo largo de más de una década pintó unos treinta retratos originales y numerosas copias de la reina, debido a esto hizo que se la conociera como la "pintora de la reina", aunque Vigée-Lebrun no solo realizó retratos de la familia real y la nobleza, sino que también realizo numerosos autorretratos. a veces sola y otras veces con su hija Julie, fruto de su matrimonio como el marchante de arte ya mencionado antes. Además de sus autorretratos también retrato a su amigo Giovanni Paisiello, quien era un célebre compositor italiano. Llegó a cultivar otros géneros como fue la pintura alegórica, pero esto fue de forma más ocasional.

Uno de los retratos más conocidos de la reina, es el que encargo a que pintara la artista, en el que se le ve con sus hijos, obra que se encargo para dar la imagen de reina madre, para callar los rumores y críticas del pueblo hacía ella, debido a que ya se estaba gestando la revolución debido a los derroches de los reyes mientras el pueblo pasaba hambre. 

María Antonieta y sus hijos (1787)
Gracias a la reina fue admitida en la Real Academia de Pintura y Escultura en el año 1783, en la cual, durante su recepción presentó uno de sus lienzos más importantes titulado, La Paz acompañando a la Abundancia. Aunque las mujeres no podían verse beneficiadas por los mismo derechos de los hombres, como ya hemos podido comprobar en entradas anteriores, como por ejemplo, las mujeres no podían vender sus obras pero los hombres si. Pero a pesar de ello, este nombramiento le concedió una gran notoriedad y le permitió exponer en los salones anuales del Louvre. 

A lo largo de la historia hemos conocido rivalidades entre artistas, y nuestra artista no fue menos, ya que tuvo una fuerte rivalidad con la pintora Labille-Guïard, ambas fueron retratistas de la corte del rey Luis XVI y, desde que en 1783 ambas fueron miembros de la Real Academia. Se sabe que ambas sufrieron de cierta antipatía la una por la otra, ya que según menciona Vigée-Lebrun en algunas ocasiones, Labille-Guïard trataba de predisponer a posibles clientes en su contra, que la calumniaba y que siempre daba muestras de ser su enemiga. Pero lo cierto es que a ambas se les había confrontado desde que empezaron a exponer, como prueba el hecho de que en el Salón del Louvre sus cuadros se colgaran juntos. Así pues, la oposición no fue declarada, tanto por ellas mismas como por los demás. De esta forma podemos ver la clara separación entre hombres y mujeres, que hacía comparar a dos artistas triunfadoras casi exclusivamente entre sí, de tal forma que nunca se evaluaran sus obras o se compararan con las de artistas masculinos.

La Paz acompañando a la Abundancia (1783)
A pesar de todo la artista tuvo muy buena relación con el círculo de la corte, y por desgracia fue esto lo que la hizo huir del país en octubre de 1789, cuando los reyes fueron obligados a abandonar Versalles para establecerse en el palacio de las Tullerías de París. Durante doce años vivió viajando por toda Europa, llegando a pasa por Italia, Austria y Rusia, donde seguiría ejerciendo su procesión retratando sin cesar a la burguesía y aristocracia cosmopolita, recibiendo toda clase de honores, entre los que destacó su designación como miembro de varias de las academias más prestigiosas, como fueron las de Roma, Bolonia, San Petersburgo y Berlín. La artista viajaba siempre con una de sus obras más notables como era Lady Hamilton como la Sibila de Cumas, el cual pintó en 1792, esta después la colocaba en su taller, y le servía como tarjeta de presentación para captar a sus clientes. Generalmente pintaría sobre todo más retratos femeninos que masculinos, ya que gracias a su excepcional técnica y, ante todo, por las nuevas actitudes e indumentarias de las modelos, que les proporcionan una elegancia desenfadada.

Lady Hamilton como la Sibila de Cumas (1792)
En 1794 se divorció de su marido, ya cansada de que este viviera de forma licenciosa a costa de sus ingresos, ya que en aquella época eran los hombres los que administraban los ingresos por ley. 

En 1802 volverían a Francia después de su exilio. En la capital francesa, siguió trabajando para una abundante clientela, muchos de ellos antiguos habituales, a la que se sumó la nueva élite y la familia de Napoleón, llegando a retratar a su hermana Caroline Murat. Pero a pesar de tener una clientela de la alta sociedad y no correr ningún riesgo como el que le hizo exiliarse, no llego a estar cómoda con la nueva situación política y social, por lo que siguió recorriendo Europa. Trabajó durante casi tres años en la corte de Inglaterra e hizo varios viajes de placer a Suiza, de donde regresó en 1808. El resto de su vida siguió pintando retratos, pero, de manera progresiva, lo fue abandonando por el paisaje al pastel, de los que hoy en día se conservan más de doscientos, y nunca dejó de pintar hasta que murió a los ochenta y seis años de edad, el 30 de marzo de 1842.

Cabe destacar que fue, junto a la suiza Angelica Kauffmann, la pintora más aclamada de su época. Ninguna mujer hasta entonces consiguió igual éxito o admiración, aunque yo diría que Anguissola también fue muy aclamada en su época, ya que no hay que olvidar que muchos pintores reconocieron estar eclipsados por ella.

Retrato de Caroline Murat (1807)
La artista tuvo una vida prolífica, y al contrario que Elisabetta Sirani, nos dejó más de mil obras, de las cuales sesenta de ellas son retratos, por las que obtuvo innumerables reconocimientos que le dio una vida llena de éxito y altos honorarios. Una joven con una gran seguridad en si misma, como se puede apreciar en sus autorretratos, consiguió grandes éxitos en su larga vida, cumplió sus sueños. Al igual que Sofonisba Anguisola consiguió llegar a lo más alto en el mundo de la pintura, y eso era ser pintora de corte. Pero por desgracia las mujeres artistas solo obtuvieron mérito y fueron apreciadas en vida, ya que a partir de finales del siglo XIX hasta el día de hoy el machismo entre los artistas se acrecentó, haciendo que pintoras más modernas tuvieran que luchar por su posición y las pintoras del pasado fueran condenadas al olvido. Y eso fue lo que pasó con la gran Vigée-LeBrun, cayó en el olvido siendo condenada a casi desaparecer de museos y de los libros de historia del arte, al igual que muchas grandes mujeres creadoras como Artemisa Gentileschi, Camille Claudel, Berthe Morisot, Sonia Delaunay, Tamara de Lempicka, Luisa Roldán, Marietta Robusti, entre otras muchas. Por suerte en la actualidad se esta luchando por recuperar y revindicar a estas artistas y darles el lugar que se merecen, porque ellas también crearon verdaderas obras de arte, igual de bellas que los hombres, algunas incluso mejores que muchos artistas muy reconocidos o menos reconocidos que si tienen un lugar en los libros de arte y en los museos, al contrario que las mujeres.  Además, ella, como ninguna otra, encarnó a la “mujer artista”, o sea, a quien, por encima de cualquier aspecto relacionado con su pintura, fue considerada mujer. De ahí que se resaltaran sus supuestas cualidades femeninas: belleza, juventud, gracia y virtud; convirtiéndola en un ornato o adorno.

Paisaje con arbusto (1820-1830)
A parte de conservar todas sus obras, también nos quedan sus memorias, que escribió ella misma a lo largo de diez años, titulada Souvenirs, fueron impresas entre 1835 y 1837, y que por desgracia no están traducidas al español, pero creo que si están en inglés, por lo que si estáis diestros en leer en otros idiomas os recomiendo que las leáis.

Pues hasta aquí la entrada de hoy de la sección #MujeresArtistas 🎨 , espero que os haya gustado y que la hayáis disfrutado, conocierais o no a la artista. 


¡Hasta la próxima! 🙈



Fuentes:

Mis apuntes de:
  • Estudios de Género y Feminismo en la historia del arte. 
  • Arte Europeo de los siglos XVIII y XIX.






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