Mi querido angelito...


Hola, lectores. Sé que hace mucho tiempo que no paso por aquí, pero ha sido un año con mil cosas que hacer y después los ánimos tampoco me acompañan. Quiero volver, porque escribir aquí de lo que me gusta me llena mucho, pero para marcar mi vuelta necesito escribir algo personal, necesito liberarme y compartir con el mundo mi amor y mi dolor. Aunque estoy desentrenada en escribir, necesitabas dejar eso aquí. Gracias.

Mi querido angelito... Mi Golfy. 

Pronto va a hacer tres meses que te marchaste y yo quiero dedicarte esta carta de despedida, una de la tantas que te he escrito, pero en esta quiero mostrarle al mundo que la unión entre un perro y su compañero es más que eso, mucho más. Quiero gritarle al mundo lo que he sentido durante más de los 12 años que estuviste a mi lado, y lo que siento ahora.



Siete meses después de la muerte de mi abuelo, un sábado 2 de diciembre de 2006, te recogí de la calle junto con tu hermana. Os encontramos a ti y a tú hermana, juntos, ni rastro de vuestros otros hermanos, solo dos, tu para mi, ella para mi prima, como si nuestro abuelo los hubiera puesto ahí para nosotras. Cuando te recogí te prometí, “juntos hasta el final, nada ni nadie nos separará”, si, suena a lo más cursi del mundo, pero era mi primer perro, no quería que nada ni nadie me separará de él, y así fue, hasta hace tres meses, nada ni nadie nos separó.

Todo fue acostumbrarse a una nueva rutina, la tuya jugar, comer, salir a la calle y dar mimos, la mía, seguir con el instituto, estudiar, sacarte y darte mimos, poco a poco fue creciendo una unión muy fuerte entre nosotros. Llegó 2010-2011, año que pase por una gran depresión, me costaba salir de la cama, salir de la casa, sentirme a gusto conmigo misma o los demás, todo se me hacía un mundo, nada ni nadie me apoyaba, excepto mi madre y, tú, tú mi pequeño angelito, a partir de entonces nos unimos aún más, en cuanto estaba triste ahí venias tu a darme tú cariño. Hasta que por fin salí de ahí y vi la luz. Pero, ¿podíamos unirnos aún más? Pues sí, así fue. Llegó el maldito 2014, año en que pillaste aquella otitis infernal, otitis que se podría haber curado si aquel incompetente veterinario, después de tantas idas y venidas sabiendo que no estabas bien, te hubiera recetado un antibiótico en vez de echarte aquellas gotas en el oído una y mil veces. Venias cada noche a despertarme, no estabas bien, veías cosas, te ibas para los lados, jadeabas del miedo… Madre mía cuanto sufrí por ti, ¿Dios mio qué te pasa, por qué no te curas? Cuanto llore por ti, tenía miedo a que me dejaras, todavía era demasiado pronto, solo tenía ocho añitos. Cambiamos de veterinario, necesitábamos otra opinión, todo iba a peor y el veterinario decía mil cosas que ya ni tenían que ver con tus síntomas. Bendita veterinaria, ella sí que fue tu ángel de la guarda. Ella dio con lo que te pasaba, todo fue a peor por esa insistencia en las gotas del oído, aquel veterinario te provocó un principio de meningitis, aquel veterinario te dejó tocado para el resto de tu vida, el marcó que nuestra unión, que después de aquello llegaría a más, y no duraría más años. Tenías que tomar unas pastillas para el resto de tu vida, te creo una especie de epilepsia y ya no te regaba bien la sangre en el cerebro. Pero al menos en 2015 ya estabas mejor.

Nos entendíamos solo con la mirada, sabias cuando te necesitaba, fuiste mi apoyo durante 5 años de carrera en la universidad. Desde 2014 hasta una semana después de mis últimos exámenes fuiste el mejor compañero de estudio. Sí, era mi compañero de estudio, cada vez que estudiaba para un examen, me encerraba en el cuarto y me tiraba al suelo a estudiar, ahí estaba él,  a mi lado, ya fuera en la cama o junto a mí, ahí compañero, apoyándome, cuando suspiraba me mirabas con cara de, “venga tú puedes, ya queda menos, y si no, siempre nos  quedará septiembre”.

Desde antes de verano empezaste a encontrarte mal, pero te recuperaste y vivimos nuestras últimas vacaciones juntos, aunque cortas, tenía que hacer el trabajo de fin de grado mientras estábamos de viaje, al menos tuvimos cuatro días de disfrutar juntos, quien iba a decir que esa semana sería la última que dormiríamos juntos… ¡Ay, maldita condena la de dormir en una litera! Y yo ya planeando como iban a ser estas navidades juntos, ingenua de mí.

Lo que más odio de tú final fue tener que verte sufrir.



Cuando dijeron que no ibas a salir de esa, que probablemente al día siguiente habría que dormirte, me despedí, aun esperando que ocurriera un milagro y al día siguiente llegaran mis padres contigo en brazos, esperando que de verdad no fuera el final, llorando sin cesar toda la noche, pensando que ya no estarías mi lado nunca más y que solo me iban a quedar los buenos recuerdos de media vida mía junto a ti.

Pensaba que aquella mañana te llevarían a dormir, yo no fui, no dejaba de pensar que siendo una cobarde faltaba a mi promesa y que no estaría junto a ti hasta el final, pensando si me personaría o no, pero no quería verte ir. Llegaron mis padres y me dijeron que sería por la tarde, que dejaría la hospitalización donde estaba y le llevaríamos a su veterinaria, ese ángel que ha hecho tanto por ti desde que te conoció, de quien te ganaste su corazón, ella también te quería mucho y tú lo sabias.

Después de horas, eché el valor suficiente y dije voy, tengo que cumplir mi promesa. Fui a recogerte y te lleve en brazos hasta tú ángel, quien te daría la paz que te merecías, para que dejaras de sufrir. Estuve hasta el final a tu lado, como te prometí espero que estés orgulloso de mí y espero que haya donde estés, seas feliz, y estés con tu abuelo Otto y mamá, la gata que te crió, Kika. Y espero que el día que llegue mi hora vengas a buscarme, no espero mejor compañero en mi paso al más allá.


Fueron 12 años llenos de amor, no era solo un perro, era mi familia y era una parte de mi, parte que ya no esta, que se ha ido y ha dejado un vacío, vacío imposible de llenar o tapar, es algo con lo que simplemente tengo que aprender a convivir. Tengo que aprender a vivir sin mi compañero de estudio, de lectura, de paseos, hasta incluso de cuando me vestía para ir a la universidad o irme fuera simplemente. Aprender a que ya no tendré a mi fiel y tironero compañero de excursiones por la montaña, pero como no te ibas a cansar, eras un tironero. Como te echo de menos mi pequeño, nunca te olvidaré y sé que siempre estarás a mi lado.
Siempre he pensado que tener un perro a tu lado es tener a un ángel de la guarda, es tener un alma tan inocente y tan pura junto a ti que te cura un mal del alma, son médicos del alma. Y no solo hablo de los perros, sino de ese fiel compañero que te cuida y dar amor, ya sea un perro, un gato, un canario, etc.

Sé que tendré más perros en la vida, porque los amo, pero ninguno como tú, todos se harán un hueco en mi alma, que como el tuyo acabará vacío y con el que tendré que aprender a vivir. Pero el tuyo, el tuyo siempre será el más especial, porque fuiste el primero y pasamos tanto tiempo juntos, que nunca cambiara nada.

Aun lloro por ti, ya menos, siempre pienso que odiabas verme llorar y por eso lo evito cada vez más, me voy haciendo más fuerte, pero aun duele tu perdida, bueno, siempre dolerá pero supongo que en aún momento ya no tanto. Y sé que por ahí habrá otro angelito esperando al momento correcto para llegar a mi vida y sanar otra parte de mi alma, y seguro que lo mandaras tú y le dirás, “es una persona muy sensible, cuida de ella tan bien o mejor de lo que lo hice yo, cuida de ella hasta que pueda volver con ella”.

Ojalá no te hubieras ido tan pronto, cuantas veces te dije, juntos al menos hasta que cumplas los 20, y te abrazaba, por desgracia no pudo ser, pero al menos sé que fuimos muy felices juntos, y eso es algo que siempre guardaré en mi memoria y en mi corazón.


Gracias por entrar en mi vida, gracias por estar ahí siempre. No te digo adiós, sino hasta luego, porque cuando llegue mi final volveremos a encontrarnos. Siempre te llevaré en mi corazón, nunca te olvidaré.


Comentarios

Popular Posts